Modelada en terracota, esta cabeza destaca por su perfil alargado, cresta superior y ojos almendrados con pupilas perforadas, características de la escultura Nok. Los detalles incisos en cejas y barba rectangular evidencian un trabajo manual preciso sobre arcilla de textura granular y color marrón rojizo. La estilización de los rasgos faciales y la posible hibridación humano-animal refieren prácticas rituales y creencias ancestrales de la etnia Nok. Su función estuvo probablemente vinculada a ritos de sanación, protección o fertilidad.

Presenta restauración parcial en la zona frontal mediante reintegración volumétrica, así como pequeñas faltas en el tocado y barba; la superficie muestra desgaste y erosión típicos de la terracota antigua.

La cultura Nok, ubicada en el actual norte de Nigeria entre los siglos V a.C. y II d.C., es pionera en la escultura figurativa en terracota del África subsahariana. Sus cabezas, bustos y figuras completas reflejan una sociedad en transición entre la Edad de Piedra y la Edad del Metal, con fuerte simbolismo ritual y ancestral. Estas piezas, depositadas en espacios sagrados o templos, actuaban como intermediarias ante fuerzas sobrenaturales o ancestros, y su iconografía revela tanto la diversidad formal como la compleja cosmovisión Nok.